Homilía del XXIII Domingo del Tiempo Ord. Año A 2020
Ezekiel 33:7-9; Romans 13:8-10 · Matthew 18:15-20
Introducción
En el libro
de Génesis, cuando Dios le pregunta a Caín dónde está su hermano Abel, Caín
niega saberlo diciendo: "¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?"
Hoy mucha
gente dice lo mismo, sobre todo cuando se trata de corregirse. Ellos citarán
mal a Jesús y dirán: "Deja de juzgar, para que no seas juzgado" (Mt.
7: 1). Con esto quieren decir, "tú
crees lo que quieres y yo creo lo que quiero, no es mi lugar corregirte".
Peor aún, las personas cuya responsabilidad es enseñar, como maestros a
estudiantes, padres a niños, sacerdotes a feligreses, tal vez abdican de su
deber y dicen “quién soy yo para corregir a los demás”?
Afortunadamente,
las lecturas de hoy nos enseñan que somos los guardianes de nuestro hermano, de
nuestra hermana. Debemos hacer juicios apropiados y debemos corregir a otros.
Escritura y teología y vida cristiana
En la
primera lectura, el Señor le dice claramente a Ezequiel: “A ti, hijo de
hombre, te he constituido centinela para la casa de Israel. Cuando escuches una palabra de mi boca, tú se
la comunicarás de mi parte.”
·
Y
luego Dios continúa diciéndole a Ezequiel, que si no le habla al malvado acerca
de sus malos caminos, él, Ezequiel, recibirá el mismo castigo que el malvado
mismo, por no advertirle.
·
Pero
si Ezequiel advierte al malvado y él se niega a convertirse, Ezequiel será
absuelto de la culpa del malvado; sólo el malvado en este caso será castigado.
El Señor es
muy claro aquí, que Ezequiel como profeta, es responsable de ayudar a otros a
alejarse del pecado. No puede eludir su responsabilidad con la excusa de
"podría herir sus sentimientos" o "él tiene derecho a su
opinion." Ezequiel es un profeta y debe cumplir con su deber profético de
advertir a otros.
En el
evangelio, Jesús también confía a los miembros de la Iglesia la misma
responsabilidad de corregir al pecador. Pero él va más allá, mostrandonos cómo
corregirnos unos a otros, dando cuatro pasos para convertir al pecador
gradualmente.
El primer
paso es “Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas.“
Esta es una corrección fraternal que ocurre uno a uno, a diferencia de lo que
sucede a menudo en nuestra sociedad, donde cuando vemos algo mal, se lo decimos
a todos los demás, excepto a la persona que necesita escucharlo.
·
Jesús,
en cambio, está pidiendo que, por ejemplo, usted pueda llevar un amigo a un
lado y advertirle sobre su lenguaje vulgar. O un padre podría pedirle a su hija
adolescente que se vista más modestamente antes de salir. O un maestro puede
amonestar a un estudiante malo privatamente.
·
El
propósito de esta corrección no es dominar a otros, sino ayudarlos a darse
cuenta de su pecado, hablándoles la verdad con amor. Y de esta manera, hay una
gran esperanza de que el pecador cambie su comportamiento y regrese al camino
correcto. Esta es la esperanza que Jesús expresa cuando dice: "Si te
escucha, habrás salvado a tu hermano."
Desafortunadamente,
algunos pecadores no aceptarán esta corrección fraterna personal. Ahí es donde
entra el segundo paso. "Si no te hace caso, hazte acompañar de
una o dos personas, para que todo lo que se diga conste por boca de dos o tres
testigos."
·
En
nuestra vida cotidiana, podemos pensar en este paso como una solicitud de
respaldo. Hoy los amigos pueden realizar una intervención para ayudar a un
amigo que sufre una adicción. O la mamá y el papá podrían unirse a confrontar su
hijo. O un maestro podría solicitar la ayuda de otro maestro o consejero
escolar para tratar con un estudiante errante.
·
Se
necesita el respaldo de más personas por dos razones principales. Primero, en
el sistema legal judío y probablemente en el nuestro hoy, se requería el
testimonio de dos o más personas para sostener un caso en la corte. Pero una
segunda y más importante razón es que dos o más miembros de la comunidad pueden
ayudar al pecador a ver sus malos caminos más fácilmente que una persona. Una o
dos personas más aportan una perspectiva más amplia y muestran la gravedad de
la situación. Con suerte, debido a esto, la persona se da cuenta del sus pecados
y regresa al camino de la justicia.
Si la
persona se niega a escuchar al grupo pequeño, Jesús da un tercer paso,
diciendo "díselo a la comunidad." Este paso implica atraer a
la comunidad cristiana en general, especialmente a los líderes de la Iglesia.
·
Entre
amigos, esto podría significar traer a un forastero influyente como el
sacerdote. En el caso de los padres, se podría pedir la intervención de los
abuelos o de alguien con el prestigio de matriarca o patriarca de la familia. Y
para los maestros, este paso podría significar convocar a mamá y papá a una
reunión de crisis en la oficina del director.
·
Como
los dos pasos anteriores, este es necesario porque nuestros pecados afectan a
la comunidad; nuestros pecados dan un mal ejemplo a los demás en la comunidad,
especialmente a los jóvenes; nuestros pecados debilitan a la comunidad;
nuestros pecados a menudo lastiman a otros en la comunidad. Entonces, si los
dos primeros pasos no lograron resolver el problema, toda la comunidad,
especialmente los líderes de la iglesia, deben involucrarse. Es por eso que a
veces nuestros obispos tienen que recordarles a los políticos sus caminos
errantes.
Desafortunadamente,
algunas personas persistirán en su pecado y nunca aceptarán el consejo de una
persona, un pequeño grupo o la comunidad. Y para ellos Jesús prescribe el cuarto
y último paso: "si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él
como de un pagano o de un publicano." Tratar a tal persona como un pagano
o un publicano significa expulsarlos de la comunidad.
·
Para
nosotros hoy esto es lo que llamamos la opción nuclear, como cortar lazos con
un amigo o un hijo, o una escuela que expulse a un alumno, o para la iglesia
hacer la excomunión a una persona.
·
Por
más drástico que parezca este último paso de expulsar al pecador, no se hace
por mala voluntad, sino con la intención de ayudar al pecador a darse cuenta de
la gravedad de su pecado que afecta a la comunidad. El propósito de este paso
es que una vez que el pecador es expulsado al frío, él puede cambiar de
conducta y buscar readmisión. La expulsión es medicinal que penal.
Conclusión
Entonces, hermanos
si bien el individualismo son valores para la sociedad, no son valores cristianos.
Los cristianos se cuidan unos a otros, no solo dándolos comida y agua, sino
también corrigiendo sus pecados. Estamos juntos en este viaje de salvación. Es
por eso que debemos corregir unos a otros, no encubriendo sus errores, sino advirtiéndolos
para que puedan cambiar.
Al hacer
nuestro viaje al cielo, necesitamos salvarnos, no solo a nosotros mismos, sino
también a los demás. Debemos llegar juntos a la puerta de Dios, presentándonos
juntos. No debemos entrar en la casa del Padre, sin los demás. ¿Qué nos dirá si
llegamos allí sin nuestros hermanos y hermanas? ¿Qué le diremos a Dios si
llegamos allí sin nuestros hermanos y hermanas?
No podemos decir como Caín: “¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?” Porque estamos el guardián de nuestro
hermano, de nuestra hermana.
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